Estamos llenos de nostalgia, de lo que hubiéramos podido ser. Siempre pensamos que es mucho más feliz el que hubiéramos sido sino fuéramos lo que somos. Somos una de las tantas posibilidades de lo que hubiéramos podido ser.
Todos tenemos un personaje asignado en este gran teatro que es el mundo. Y vivimos pensando cómo sería si nos hubiera tocado otro personaje. Aunque nos pongamos su vestuario, o repitamos sus diálogos no podemos ser ese personaje que hubiéramos podido ser. No somos ni la sombra de lo que hubiéramos querido ser, ni la esperanza del que podríamos ser. Estamos condenados a ser lo que somos. 
Es difícil entender la lógica temporal en la que estamos atrapados los humanos. Estamos hechos de condicional compuesto o de futuro imperfecto.
El futuro es imperfecto porque es impreciso, improbable porque nadie puede afirmar lo que será porque no sabe ni siquiera si será. El condicional compuesto supone una condición: ¿qué hubiera pasado sí?. Pero ese sí, hipotético, tampoco existe. No existe lo que debiera ni lo que pudiera ser, solo existe lo que es. El ser, se define por el hacer. El que es, hace. El que no hace, hubiera podido hacer. Es la acción lo que saca de la inercia de la angustia. Algo roto angustia, arreglarlo da alegría. El hombre de acción no llora por lo que no fue, hace. Lo que no fue no se puede cambiar, lo que será no se puede conocer. 
El pasado es inalterable. El futuro es intocable. De modo tal que estamos condenados al presente, pero la buena noticia es que se puede transformar... solo el presente.