Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una mima cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno o, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra. Atibórralo de datos no combustibles, lánzale encima tantos hechos que se sienta abrumado, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrá la sensación de que piensa, tendrá la impresión de que se mueve sin moverse. Y será feliz, porque los hechos de esta naturaleza no cambian.